Diccionario de educación

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La palabra es importante. Nos sirve para describir la realidad y para opinar sobre ella. El lenguaje es el vehículo a través del cual nos comunicamos. Utilizamos la palabra con mayor o menor precisión, de ahí la necesidad de dominar el campo semántico.

Es importante conocer, de ahí la necesidad de la precisión en el lenguaje. Es imprescindible poner el conocimiento al servicio de la verdad y de la justicia. Stanislaw Lem escribió, en el año 1983, un curioso libro titulado Un valor imaginario. Es un tratado sobre los prólogos. Un libro de Prolología. Lem comienza su libro, precisamente en un curioso prólogo, con estas palabras:
“El arte de escribir prólogos lleva tiempo clamando por que se le otorguen títulos de nobleza. Asimismo, yo llevo tiempo sintiendo el apremio de dar satisfacción a esta literatura marginada, que guarda silencio sobre sí misma desde hace cuarenta siglos, esclava de las obras a las que vive encadenada.”

Dice Lem que hay prólogos mercenarios, porteadores, jornaleros y oscuros, ya que la esclavitud degrada. Y hay prólogos —por el contrario— soberbios y agresivos, que perdonan la vida al autor al que introducen. Hay prólogos serviles, de encargo, en los que nadie imagina una crítica, por suave, discreta y tímida que se imagine.

Hay muchos diccionarios. También hay ya diccionarios de educación y de pedagogía. ¿Por qué uno más? ¿Por qué uno nuevo? El diccionario que ha preparado Ezequiel tiene cinco características que deseo subrayar en estas líneas introductorias:

a. Actualidad: el momento por el que atraviesa la pedagogía hace necesario el acercamiento a nuevos conceptos, a nuevos términos. La ciencia pedagógica crece, se diversifica, se concreta en nuevas acepciones.
b. Precisión: el carácter conciso de muchos términos permite al lector dominar con rigor el núcleo semántico de los conceptos, lo esencial de los términos. Esto es precisión.
c. Brevedad: la explicación de cada término se hace con deseable concisión, evitando al lector el fárrago de muchas explicaciones. Para eso está otro tipo de libros.
d. Compromiso: el autor se moja, toma partido. Porque las palabras no son neutras, las explicaciones no son asépticas, están cargadas de intención cuando las utiliza una persona.
e. Sencillez: lo que escribe Ezequiel se entiende. Se entienden los términos de su diccionario. Hay quien, para dar a entender lo mucho que sabe, hace que lo que le leen tengan que cerrar las páginas del libro porque resulta ininteligible. Esa claridad es tachada por algunos de trivialidad. Recuerdo las palabras de Savater: “Trivialidad es lo que queda en la cabeza de un imbécil cuando lee algo escrito con sencillez.”

Este Diccionario no es útil solamente para los docentes que hoy —en estado de Reforma en muchos países— tienen que enfrentarse a una nueva terminología que les llueve del ciclo legislativo y científico. Es un instrumento útil para los estudiantes de pedagogía, que podrán encontrar en sus páginas la precisión necesaria para buscar orden y rigor en la elaboración de su propio discurso pedagógico. Es una herramienta interesante para los padres y las madres que se acercan a la escuela —deber democrático y pedagógico— para participar en la acción educativa. Es imprescindible también para todos aquellos que deseen entender la nueva literatura pedagógica y el debate que ha suscitado.

Autor

Ander-Egg, Ezequiel

Fuente

www.ebiblioteca.org

Editor

Editorial Brujas

Fecha

1a ed. ; Córdoba, Argentina, 2014

Idioma

Español

Identificador

Diccionarios, Educación, Psicopedagogía, Consulta, General

Citación

Ander-Egg, Ezequiel, “Diccionario de educación,” Biblioteca Virtual, consulta 17 de mayo de 2024, https://biblioteca-digital.universidadcolumbia.edu.mx/items/show/914.

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