El código Da Vinci
Dublin Core
Título
Materia
Literatura y Narrativa
Descripción
Jacques Saunière, el renombrado conservador, avanzaba tambaleándose
bajo la bóveda de la Gran Galería del Museo. Arremetió contra la primera
pintura que vio, un Caravaggio. Agarrando el marco dorado, aquel
hombre de setenta y seis años tiró de la obra de arte hasta que la
arrancó de la pared y se desplomó, cayendo boca arriba con el lienzo
encima.
Tal como había previsto, cerca se oyó el chasquido de una reja de
hierro que, al cerrarse, bloqueaba el acceso a la sala. El suelo de madera
tembló. Lejos, se disparó una alarma.
El conservador se quedó ahí tendido un momento, jadeando,
evaluando la situación. «Todavía estoy vivo.» Se dio la vuelta, se
desembarazó del lienzo y buscó con la mirada algún sitio donde
esconderse en aquel espacio cavernoso.
—No se mueva —dijo una voz muy cerca de él.
A gatas, el conservador se quedó inmóvil y volvió despacio la
cabeza. A sólo cinco metros de donde se encontraba, del otro lado de la
reja, la imponente figura de su atacante le miraba por entre los barrotes.
Era alto y corpulento, con la piel muy pálida, fantasmagórica, y el pelo
blanco y escaso. Los iris de los ojos eran rosas y las pupilas, de un rojo
oscuro. El albino se sacó una pistola del abrigo y le apuntó con ella entre
dos barrotes.
—No debería haber salido corriendo. —Su acento no era fácil de
ubicar—. Y ahora dígame dónde está.
—Ya se lo he dicho —balbuceó Saunière, de rodillas, indefenso, en el
suelo de la galería—. ¡No tengo ni idea de qué me habla!
—Miente. —El hombre lo miró, totalmente inmóvil salvo por el
destello de sus extraños ojos—. Usted y sus hermanos tienen algo que
no les pertenece.
El conservador sintió que le subía la adrenalina. «¿Cómo podía saber
algo así?»
—Y esta noche volverá a manos de sus verdaderos custodios.
Dígame dónde la ocultan y no le mataré. —Apuntó a la cabeza del
conservador—. ¿O es un secreto por el que sería capaz de morir?
Saunière no podía respirar.
El hombre inclinó la cabeza, observando el cañón de la pistola.
Saunière levantó las manos para protegerse.
—Espere —dijo con dificultad—. Le diré lo que quiere saber.
Escogió con cuidado las siguientes palabras. La mentira que dijo la
había ensayado muchas veces... rezando siempre por no tener que
recurrir a ella.
bajo la bóveda de la Gran Galería del Museo. Arremetió contra la primera
pintura que vio, un Caravaggio. Agarrando el marco dorado, aquel
hombre de setenta y seis años tiró de la obra de arte hasta que la
arrancó de la pared y se desplomó, cayendo boca arriba con el lienzo
encima.
Tal como había previsto, cerca se oyó el chasquido de una reja de
hierro que, al cerrarse, bloqueaba el acceso a la sala. El suelo de madera
tembló. Lejos, se disparó una alarma.
El conservador se quedó ahí tendido un momento, jadeando,
evaluando la situación. «Todavía estoy vivo.» Se dio la vuelta, se
desembarazó del lienzo y buscó con la mirada algún sitio donde
esconderse en aquel espacio cavernoso.
—No se mueva —dijo una voz muy cerca de él.
A gatas, el conservador se quedó inmóvil y volvió despacio la
cabeza. A sólo cinco metros de donde se encontraba, del otro lado de la
reja, la imponente figura de su atacante le miraba por entre los barrotes.
Era alto y corpulento, con la piel muy pálida, fantasmagórica, y el pelo
blanco y escaso. Los iris de los ojos eran rosas y las pupilas, de un rojo
oscuro. El albino se sacó una pistola del abrigo y le apuntó con ella entre
dos barrotes.
—No debería haber salido corriendo. —Su acento no era fácil de
ubicar—. Y ahora dígame dónde está.
—Ya se lo he dicho —balbuceó Saunière, de rodillas, indefenso, en el
suelo de la galería—. ¡No tengo ni idea de qué me habla!
—Miente. —El hombre lo miró, totalmente inmóvil salvo por el
destello de sus extraños ojos—. Usted y sus hermanos tienen algo que
no les pertenece.
El conservador sintió que le subía la adrenalina. «¿Cómo podía saber
algo así?»
—Y esta noche volverá a manos de sus verdaderos custodios.
Dígame dónde la ocultan y no le mataré. —Apuntó a la cabeza del
conservador—. ¿O es un secreto por el que sería capaz de morir?
Saunière no podía respirar.
El hombre inclinó la cabeza, observando el cañón de la pistola.
Saunière levantó las manos para protegerse.
—Espere —dijo con dificultad—. Le diré lo que quiere saber.
Escogió con cuidado las siguientes palabras. La mentira que dijo la
había ensayado muchas veces... rezando siempre por no tener que
recurrir a ella.
Autor
Brown, Dan
Fuente
Donación
Editor
Sin Editorial
Fecha
Sin Fecha
Idioma
Español
Identificador
Literatura, Narrativa, Novela policiaca, novela psicológica
Colección
Citación
Brown, Dan, “El código Da Vinci,” Biblioteca Virtual, consulta 3 de diciembre de 2024, https://biblioteca-digital.universidadcolumbia.edu.mx/items/show/941.