La ladrona de libros

Dublin Core

Materia

Literatura y Narrativa

Descripción

Vi a la ladrona de libros en tres ocasiones.
Lo primero que apareció fue algo blanco. Un blanco cegador.
Probablemente estarás pensando que el blanco en realidad no es un color y toda esa clase de tonterías. Pues yo te digo que lo es. El blanco es sin duda un color y, personalmente, no creo que te convenga discutir conmigo.

Sí, era blanco.

Daba la impresión de que todo el planeta se había vestido de nieve, que se la hubiera puesto como tú te pones un jersey. Las pisadas junto a las vías del tren se hundían hasta la rodilla. Los árboles estaban cubiertos con mantos de hielo.

Como debes de imaginar, alguien había muerto. No podían dejarlo tirado en el suelo. Por el momento no era un gran problema, pero la vía pronto quedaría despejada y el tren tenía que continuar la
marcha.

Había dos guardias. Había una madre con su hija. Un cadáver. La madre, la niña y el cadáver estaban quietos y en silencio.

—¿Y qué quieres que haga?

Uno de los guardias era alto y el otro bajo. El alto siempre hablaba primero, aunque no era el jefe. Miró al bajo y rechoncho, de cara rubicunda.

—No podemos dejarlos así, ¿no crees? —respondió.

El alto estaba perdiendo la paciencia.

—¿Por qué no?

El más bajito estuvo a punto de estallar.

—Spinnst du?! ¡¿Eres tonto o qué?! —gritó a la altura de la barbilla del alto.

La repugnancia le inflaba las mejillas, la piel se le tensaba—. Vamos —ordenó, avanzando con dificultad por la nieve—. Si hace falta, cargamos a los tres. Ya informaremos en la siguiente parada.

En cuanto a mí, ya había cometido el más elemental de los errores. No encuentro palabras para describir cuánto me enfadé conmigo misma. Hasta ese momento lo había hecho todo bien. Había estudiado el cielo cegador, blanco como la nieve, al otro lado de la ventanilla del tren en movimiento.

Prácticamente lo había inhalado, pero aun así vacilé, me dejé doblegar: la niña llamó mi atención. La curiosidad pudo conmigo y, resignada, me quedé el tiempo que me permitió mi apretada agenda, y observé. Veintitrés minutos después, cuando el tren ya se había detenido, bajé con ellos.

Llevaba en brazos una pequeña alma.

Me quedé un poco apartada, a la derecha. El eficiente dúo de los guardias se volvió hacia la madre, la niña y el pequeño cadáver. Recuerdo con claridad que ese día podía oír mi respiración, alta y fuerte.

Me sorprende que los guardias no advirtieran mi presencia al pasar a su lado. El mundo se estaba hundiendo bajo el peso de la nieve. La pálida y famélica niña estaba a unos diez metros a mi izquierda, aterida. Le castañeteaban los dientes. Tenía los brazos cruzados y congelados.

Las lágrimas se habían helado sobre el rostro de la ladrona de libros.

Autor

Zusak, Markus

Fuente

www.freelibros.me

Editor

Lumen

Fecha

1a ed., 2007, Barcelona, España

Idioma

Español

Identificador

Narrativa, Novela histórica, Novela psicológica, Literatura

Citación

Zusak, Markus, “La ladrona de libros,” Biblioteca Virtual, consulta 21 de noviembre de 2024, https://biblioteca-digital.universidadcolumbia.edu.mx/items/show/878.

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